¿A quién le pertenece mi tiempo?

. domingo, 11 de noviembre de 2007

"Que el hombre vuelva a capitalizar siglos en vez de capitalizar leguas. Que la vida humana sea más intensa en lugar de ser más extensa."
La Penúltima Versión de la Realidad
. Jorge Luis Borges. 2005. Instituto Cervantes, RBA, Barcelona.

"Hay días en que me cuesta creer en el sentido humano de la vida misma. Momentos en que la monotonía de mis actos no hace otra cosa que ratificar la irracionalidad de mis motivaciones. "
Anónimo
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Por Oscar Chamat. Primera imagen:
Es un sábado cualquiera, cinco de la tarde. Salgo a caminar y me siento en un parque. Entre las criaturas que disfrutan de si mismas, me fijo en un par de perros peleando por un juguete que creen les pertenece y que una vez uno de ellos (el más pequeño y ruidoso) logra su posesión, sale corriendo donde su dueña a entregárselo y repetir el ritual. El juguete se lo da a una señora de unos treinta y cinco años vestida para un sábado de descanso: pantalones anchos, camisa de algodón con colores vivos -seguramente entre semana prefiere colores neutros y texturas frías para no llamar la atención en el trabajo-; no parece ni muy adinerada ni muy apurada económicamente. Pero hay algo que hace que me fije en ella de manera especial: una conversación por uno de esos teléfonos de última tecnología que, según la publicidad, te permite conectarte donde quiera que estés (creo que la realidad es que te impide desconectarte donde quiera que estés) y de la cual, por la vehemencia de su gesticulación y el tono de voz que sube momentáneamente, apenas logro captar algunas palabras: "entregas", "urgente", "¿ahora?". Sin duda está tratando de solucionar algún inconveniente en el trabajo. La compadezco.

Segunda imagen:
Esa visita al parque me hizo recordar el cuento de Borges con el cual comienzo esta entrada, donde se propone como principal diferencia entre el ser humano y el resto de la naturaleza es que cada cual podría -es una posibilidad- acumular tiempo mientras que las plantas acumulan energía y los otros animales distintos al ser humano, territorio. Cuando Borges dice "acumular tiempo", se refiere a la capacidad que tiene el ser humano para acumular conocimiento: el tiempo materializado en una idea, una tecnología, una palabra o un libro es a lo que se refiere el autor. Cuando las gentes españolas llegaron a América no eran conscientes de este hecho y dieron por sentado que el tiempo, y por lo tanto el conocimiento, de la población indígena no servía para nada y era necesario crear una taula rasa sobre la cual comenzar a escribir la historia.

Tercera imagen:
Sigo sentado en el parque; aunque la señora no ha dejado de hablar por el teléfono, lo sigue haciendo de una manera más tranquila, pero con el ceño mucho más fruncido; los perros no han dejado de correr una y otra vez detrás de "su" juguete; aparece en mi mente Borges y su concepto de acumular tiempo. Sin quererlo se unen esas tres imágenes en una misma pregunta: ¿acaso no estamos actuando como esos perros que luchan por un juguete?.

El ritmo de vida de la actualidad nos condiciona a evitar actuar en contra de lo que nos hace diferentes del resto de seres vivos. Es decir, buscamos que nuestra capacidad de acumular conocimiento, experiencias y en últimas, tiempo, sea reemplazada por nuestra capacidad no-humana de acumular energía (dinero) y espacio (bienes materiales: una casa grande, un viaje al otro lado del planeta que nos permita sentir que el mundo es pequeño). Cada vez luchamos por tener más, con la estúpida ilusión que cuando tengamos lo suficiente (lo cual rara, muy rara vez ocurre) podamos dedicarnos a acumular tiempo. Vivimos con empeño -en el sentido literal y figurado de la palabra*- en comportarnos como animales para ver si algún día podemos comenzar a ser seres humanos. Mantenemos, como los perros del parque, una lucha con quien vive al lado por un juguete que creemos que nos pertenece, pero cuando lo tenemos en nuestro poder, en lugar de poder disfrutarlo, tenemos que entregarlo a su verdadera propiedad. Vivimos con la ilusión de pensar que el sábado en la tarde es para cada cual y para quienes nos hacen ser seres humanos. Pero mentira, vivimos en función de aquello que nos permite acumular energía y espacio. Por eso creo que en esta zoociedad quien triunfa, quien tiene la jaula más grande, es quien es más animal, no quien más la necesita. "El triunfador" en el mundo de hoy, es quien ha logrado acumular más energía y territorio, no quien es más humano -por supuesto que no me refiero al sentido "humanitario", lo digo en el sentido borgiano de acumular conocimiento y experiencia.

Según mi mínimo conocimiento en antropología cultural, casi todas las tribus que aún existen en el mundo, al igual que su ascendencia, comparten una reverencia y respeto hacia las personas mayores. En esas culturas éstas son la fuente de sabiduría y conocimiento. Ellos tienen la última palabra, son quienes han acumulado la historia de su pueblo. Sin embargo en nuestras zoociedades, estas personas parece que no existieran. El ritmo de vida de hoy necesita animales de reflejos rápidos, no la lentitud de quien ya posee el tiempo. Necesita de energía, no de sabiduría. Necesita materia, no conocimiento. Necesita animales, no personas.

Imagen final:
Sigo en el parque. La señora del teléfono ya ha dejado de hablar y parece más relajada jugando con sus perros. El timbre de su teléfono le vuelve a sonar. Esta vez parece que es algún familiar: su voz se suaviza y sus gestos mucho menos categóricos. Un remedo de sonrisa aparece en su boca (aún hay rastros del disgusto que le dejó la llamada anterior). Entre ladridos de perros y gritos de niños alcanzo a escuchar: "no mamá, no puedo ir a cenar esta noche, me llamaron del trabajo y tengo que pasar por la oficina... si, lo sé, hoy es sábado... ¿que te parece si nos vemos la otra semana?". Mientras observo la mirada perdida de la señora (¿se estará preguntando por el trabajo o por su madre?), uno de sus perros se acerca a mi. Me huele. Suena mi teléfono y el perro sale corriendo asustado. No conozco el número. ¿Será mi jefe?.

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*empeñar: 1. tr. Dejar algo en prenda como garantía del cumplimiento de un compromiso o de la devolución de un préstamo. 6. prnl. Insistir con tesón en algo.
Diccionario de la Real Academia Española.

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