¿Señorita, señora, señorito y señor?

. sábado, 31 de marzo de 2007

Por Cris Pérez Vázquez. El lenguaje es la forma de expresar simbólicamente la realidad, es la herramienta que permite darle nombre a los pensamientos. Se nos ocurre una idea y emitimos el mensaje en función del mensaje que queremos transmitir.

Además, el lenguaje tiene otro reto: es una herramienta de intercambio entre dos o más individuos. En un proceso comunicativo donde intervienen dos partes con intenciones diferentes. La parte emisora crea un mensaje y la receptora lo recibe y lo interpreta según sus ideas.

Como consecuencia, se puede dar que la emisora tenga una intención y la receptora lo interprete de otra manera. Por lo tanto, el lenguaje tiene una intencionalidad a menudo dudosa para quién recibe. Sin embargo, si se utiliza de forma estudiada, puede aportar unos objetivos muy calculados.

LA INTENCIÓN DEL MENSAJE

De esta intencionalidad de los mensajes son muy conscientes periodistas, publicistas y clase política que lo utilizan según sus intereses para dirigirse a determinados públicos o para provocar determinadas reacciones bien estudiadas. Los titulares de los diarios son testigos de este uso discriminatorio del lenguaje y de los mensajes:

"Interior atribuye a la inmigración el aumento de la delincuencia en un 10,52%"

"Un sordo-mudo mata a golpes de martillo a su mujer que tenía la misma minusvalidez"

"Algunas mujeres sufren en silencio la violencia doméstica"

Las cosas cambian cuando llegan las campañas electorales, los discursos políticos se vuelven más incluyentes, quieren conseguir el mayor número de votos y pasan por alto el principio de economía que la Real Academia reclama para el uso del lenguaje:

"Ciudadanas y ciudadanos de Lleida"

LAS INCLUSIONES I EXCLUSIONES DEL LENGUAJE
Esta inclusión, sin embargo, es un avance a destacar. Hace más de 30 años, los discursos eran bien diferentes:
"Españoles"


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