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F. Xavier Agulló
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9EMILIO
Por Emilio J. Blanco Lobejón. Existen muchas teorías acerca de la Responsabilidad Social Corporativa que van desde las más próximas a Friedman donde cualquier actividad social corporativa debe ir dirigida hacia la maximización de utilidades para el accionariado, hasta las teorías
más “ éticas “ donde las actividades de la empresa deben estar enfocadas al bien común, pasando por teorías donde la búsqueda de ventajas competitivas se apoya en una mayor sensibilización de la empresa hacia la integración de la dimensión social y ambiental en su estrategias o hacia los grupos de interés como la teoría de los stakeholders de Freeman.
Todas estas teorías tienen sus apoyos y por lo tanto a la hora de medir, evaluar o verificar las actuaciones de una empresa desde el punto de vista de la responsabilidad social, cada cuál lo hace a su manera.
Este hecho, junto con otros que responden a intereses más o menos perversos, está creando una situación, que cada vez se repite más a menudo, donde empresas e instituciones que desarrollan una gestión ética y responsable ( o al menos lo intentan ) y que incluso son premiadas como tales, después salen en alguna especie de ranking de “ pilladas “ donde se la tacha de ser una empresa irresponsable.
Evidentemente, tienen que existir por un lado un sistema de reconocimiento de las prácticas responsables ya sea a través de premios, referencias tipo Índices de Inversión Responsable o cualquier otro que permita a las empresas obtener ciertas ventajas competitivas o simplemente tener la satisfacción de hacer las cosas bien, además de aportar una información más o menos objetiva al resto de los grupos de interés, y por otro lado, tienen que existir estructuras de vigilancia de sus actuaciones por parte de la demanda que permita verificar la gestión ética y responsable de las empresas o instituciones.
Ahora bien, debemos controlar que ambos sistemas realicen sus actuaciones de una manera responsable, ya que una mala actuación en este sentido puede dar lugar a que, por un lado, las empresas, sobre todo las pymes, no terminen de ver las ventajas de introducir un sistema de gestión ética y responsable en sus modelos de gestión o que, incluso lo perciban como un riesgo, ya que sus esfuerzos en este sentido pueden suponer estar de alguna manera en el punto de mira.
Por otro lado el consumo puede encontrarse en una situación de despiste en su valoración de las empresas y otro tipo de organizaciones y dejen de contemplar en sus procesos de decisión de compra, los criterios de responsabilidad para acudir al más simple, habitual y tentador: el precio.
Mi opinión es que en España nos queda mucho camino por recorrer en materia de Responsabilidad Social Corporativa, no partimos de un escenario donde las empresas en general actúan de una manera responsable sino más bien lo contrario. No se trata de echar del Club de Responsabilidad a aquellas que no cumplan los requisitos ( si no los cumplen no están en el Club ) sino que, más bien, se trata de informar, formar y asesorar a las empresas para poder llegar a darles la “ bienvenida al club “ .
Tenemos que asumir que los objetivos de conseguir que las empresas actúen de una manera responsable se van a conseguir poco a poco en un proceso donde nos vamos a encontrar con situaciones muy graves de irresponsabilidad, con gerencias poco éticas, con corrupción, con errores de estrategia o en el día a día, etc.
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