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F. Xavier Agulló
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Por F. Xavier Agulló. Variadas han sido las calificaciones que la acción social, aquello en lo que especialmente se ceñía la gente detractora de la responsabilidad social (por erróneamente asociar una parte con la totalidad), ha recibido, variadas y desde todos los puntos de vista y grupos de interés:
–“Es un robo al accionariado”
–“Es una usurpación del rol del Estado”
–“Es marketing: la empresa lo hace por imagen”
Dichas aseveraciones, como resumen de las muchas que podríamos citar, parten de una concepción evidentemente errónea, que és un punto de partida cortoplacista y simplista. El mes de enero salía a la luz un enésimo estudio sobre la reputación de empresas en Estados Unidos, en esta en concreto de The Wall Street Journal,
Microsoft había destronado después de siete años a Johnson & Johnson, cuya atractiva línea para bebés la había encumbrado. Y ello gracias a la filantropía de Bill Gates, cofundador de la compañía.
Sin entrar en si Bill y Melinda Gates lo hacen por motivos realmente altruistas, que me da igual pues lo importante es que se haga, lo cierto es que ello ha beneficiado colateralmente la imagen de la compañía en la que de hecho no ostenta prácticamente cargos ejecutivos. La acción social ha sido para Microsoft una forma de crear reputación, como la línea de productos infantiles y la publicidad televisiva lo fue para Johnson & Johnson.
La acción social, que deberíamos diferenciar de la simple filantropía en el sentido que esta última está más vinculada con personas concretas que con empresas, debe estar alineada con los objetivos de las compañías y aportarles, a medio y largo plazo, una ventaja a cambio. Si no es así, no va a ser sostenible.
Para alinear la acción social y la implicación con la comunidad, un modelo que encuentro interesante es el llamado
"Diamante de Porter", que plantea la necesidad de reflexionar previamente sobre los ámbitos sobre los que más le puede interesar a la empresa actuar, en beneficio suyo y de la
sociedad.
Dicho modelo, originalmente pensado para reflexionar sobre las ventajas competitivas de las naciones, es perfectamente aplicable a una empresa.El “diamante de Porter” nos aporta luz sobre la fuente de ventajas competitivas de la RSE: fomentar la libre competencia, fomentar los sectores conexos, promover una demanda sofisticada en la comunidad de origen y promover la existencia de factores competitivos (formación, investigación, etc.).
Las aplicaciones prácticas del diamante son múltiples:
- Condiciones de los factores: fomentar la formación especializada en el territorio favorece también la empresa, y las colaboraciones con centros de investigación
- Condiciones de la demanda: una demanda más sofisticada al territorio próximo favorece la innovación y la mejora continua en la empresa, y es un extraordinario marco de obtención de información. P.e. cursos de cata de vinos en zonas productoras
- Sectores conexos: favorecer la existencia de empresas proveedoras locales favorece el territorio pero también la misma empresa
- Estructura y rivalidad: favorecer, por ejemplo, marcos reguladores claros favorece también las empresas pioneras
Es bueno para la empresa pensar sobre qué puede hacer para mejorar su entorno, pero bueno es también para el territorio que una empresa piense en qué es lo que puede hacer. Pero es importante que lo que sea que haga esté alineado con sus objetivos, que sea una extensión social de su actividad comercial.
La acción social, por ende si quieren la responsabilidad social en general, quizás sea 'marketing'... pues bien, ¿cuál es el problema? ¿O es que acaso una empresa debe hacer algo por amor al arte? Ojalá todas las empresas hicieran 'marketing'.
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