¿Qué hace más feliz a quien trabaja ante una crisis económica como la actual?

. martes, 22 de julio de 2008

Por F. Xavier Agulló. En los últimos años hemos ido viendo como distintos estudios apuntaban que la calidad de vida iba tomando cada vez mayor relevancia en la felicidad en el puesto de trabajo, incluso en detrimento de otros aspectos como la retribución. Es por ello que que despierta una cierta contradicción el estudio que la compañía de trabajo temporal Randstad ha hecho entre su personal (entiendo que temporal): Siete de cada diez personas creen que el sueldo es el aspecto laboral más importante ante la crisis.

Hemos podido empezar a ver qué cambios vamos a poder ver en la apuesta por la RSC de las compañías, si afectaría en un sentido u en otro la crisis económica que atraviesa Occidente. Pero quizás no nos preguntamos suficientemente si las percepciones de las personas trabajadoras también pueden haber cambiado o estar en camino de hacerlo.

Supongo que por el hecho que el estudio se ha hecho entre personal temporal, una variable como la 'estabilidad' laboral (o flexiseguridad con sus matices) quizás no resulte relevante. Pero tampoco termina de encajarme que el sueldo sea lo más importante (sólo unos pocos puntos por debajo de 'sentirse valorado/a').

Tampoco debemos engañarnos, en las últimas dos décadas la clase media europea y estadounidense han sufrido más que nadie el estancamiento en los salarios. Y tampoco es que haya aumentado tanto la calidad de vida, de hecho muchas previsiones aseguran que quienes estamos ahora entre los 20 y los 40 años viviremos peor, por primera vez en siglos, que nuestra generación anterior.

¿Perderán por ejemplo valor las políticas de conciliación de la vida laboral con la familiar y personal? Reducir las relaciones a una cuestión de 'precio' puede llevarnos a mayor conflictividad laboral e infelicidad.

Es cierto que la clase media ha ido siendo progresivamente despojada de su cuota de riqueza, en favor de los beneficios empresariales y la clase más rica. Pero quizás deberíamos aprender en Occidente a vivir con menos, a valorar de nuevo las pequeñas cosas, aquello que en la infancia es lo más importante, aquello que no dependen, en definitiva, del dinero. Porqué sino, tal y como van las cosas, tendremos una condena firme de infelicidad.

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