La (ir)responsabilidad social de la prensa

. domingo, 24 de octubre de 2010

Por Rogelio Oré. “Yo creo que leer un periódico a la semana es ya demasiado... las noticias no son interesantes, son repeticiones vacías... deberíamos librarnos de tales noticias”. Palabras en apariencia duras y ajenas para un intelectual dedicado a la escritura como Henry Thoreau; gran ensayista y filósofo norteamericano. Pero son citas textuales y están en sus escritos de 1849. Ciertamente hay días en que a uno le entran ganas de cerrar el diario (o su web, que al fin es lo mismo) y dedicarse a asuntos más trascendentes y menos rutinarios. Especialmente cuando la información es manipulada; cuando se percibe detrás de esas líneas no a periodistas, sino a escribidores dóciles de las ideas de sus mandantes.

“Me voy... esto se ha acabado, los medios están comprados. El periodismo ha ido perdiendo el contexto, el discurso de la palabra, se ha redirigido hacia las emociones y el espectáculo, es una mercancía... hay que salir para cambiar las cosas, ya no se puede contar con las empresas. El ideal antiguo de que desde las empresas se puede modificar el mundo se ha perdido, no hay debate en las redacciones; yo lo dejo.” Gijón, 2009. Quien dijo esto fue ningún enemigo de la prensa, sino un destacado periodista: Bru Rovira. Premio Ortega y Gasset del año 2004, y durante 25 años reportero del diario La Vanguardia.

Generalmente asumimos con extrema candidez que la prensa es ética; que investiga concienzudamente sobre la verdad; que los periodistas cuando escriben tienen por bandera la objetividad, la veracidad, y son conscientes de su gran responsabilidad social. Suponemos, o queremos suponer, que cuando tengan canas y sean abuelos (o abuelas) contarán a sus nietos con orgullo como defendieron la verdad; como no cedieron ante presiones económicas o políticas. Los vemos, o queremos ver, al final de sus días complacidos de haber pertenecido al “mejor oficio del mundo”, según Gabriel García Márquez.

Pero la terca realidad torna otra vez nuestra mirada desconfiada. Mencionaremos sólo dos episodios ocurridos este año en los EE. UU. El primero de ellos: el “Caso Sherrod”. Para resumir lo que pasó en solo cuatro líneas diremos que se juzgó como válida una información tendenciosa y con sólo ese argumento se criticó, denigró y despidió de su trabajo a una funcionaria del Departamento de Agricultura: Shirley Sherrod. La acusación presentada por una página web de extrema derecha y jaleada por la cadena Fox (propiedad de Rupert Murdoch) convirtió el caso en un asunto de estado. El presidente de los EE. UU. Barack Obama tuvo que pedir disculpas públicas por este garrafal daño causado a Sherrod. Según un periodista del diario El País: “debería ser recordado eternamente como un ejemplo del daño que la temeridad del periodismo, el oportunismo político y el revanchismo ideológico son capaces de infligir a una sociedad”. Artículo del 24.07.2010.

El otro ejemplo es más conocido. Nos referimos al pastor Terry Jones, un megalómano cincuentón que vive en Florida y cuya última ocurrencia le resultó exitosa: se agenció de un viejo camión y leña para quemar coranes el 11 de septiembre. La prensa hizo el resto. Las primeras planas concedidas al enajenado pastor provocaron violentas reacciones y amenazas de extremistas islámicos y la intervención de líderes de todo el mundo. El secretario de Defensa de EE. UU; el general de la OTAN en Afganistán; INTERPOL y hasta el papa Benedicto XVI se pronunciaron para calmar la tempestad. “Lo demencial es la desproporción entre la insignificancia planetaria del pastor y la reacción de los líderes más poderosos del mundo”, anotaba el periodista y escritor John Carlin en un artículo titulado “Todos locos por un solo loco”. El Pais, 11.09.2010.

Pero no nos quedaremos en el pesimismo. Hace sólo unas semanas leímos a David Remnick, actual director de la revista The New Yorker, defender con convicción a su equipo de fact checkers (verificadores de datos) ante un colega suyo, que dudoso que le preguntaba sobre la “sostenibilidad” de ese departamento. Remnick replicó: “Es parte de lo que somos. Cuando empiezas a dañar lo que eres, durante un tiempo te podrás decir a ti mismo que aún eres lo que solías. Pero si sigues despojándote de cosas, te quedarás solo con un nombre. No vale la pena”. Por cierto, la pregunta es algo cínica. Es como preguntar a un fabricante de coches si su excelente sistema de frenos será sostenible en unos años. Periodistas como Remnick, como Gervasio Sánchez y Bru Rovira son referentes éticos en su oficio. “Son pocos pero son” y hacen que uno siga abriendo el diario, o su web, cada mañana.

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