
La presión social que llevó a empresas del sector textilero a "inventar" la RSC para mejorar su reputación, fue reflejo de un creciente interés social en cómo se producían los productos, en general, en el Tercer Mundo o países en desarrollo.
Pero por más que pase el tiempo, oro y diamantes parecen ser sectores inmunes a tales prácticas, y las empresas extractoras o los gobiernos vinculados campan a sus anchas sin escrúpulos. Y eso que, no lo olvidemos, tanto extracción en muchos casos como comercialización van a cargo de empresas o países occidentales. Puntualmente aparecen casos, como el reciente de Zimbabue, con esclavitud y trabajo infantil, pero siempre es más de lo mismo y todo sigue igual.
Si bien en África la extracción corre a cargo de gobiernos corruptos, mafias o guerrillas, en Latinoamérica la extracción corre a cargo en general de empresas, canadienses en su mayoría. Se lleva a extremos de querer derretir un glaciar entero para la extracción del oro que yace debajo (entre Argentina y Chile, con el 'apoyo' de sendos gobiernos).
Respecto a la comercialización, nodos como Holanda son el punto o hub de distribución mundial de dichos productos en bruto. No parece que fuera a ser demasiado difícil el control de la trazabilidad pues todo pasa por el mismo sitio.
Es pues una cuestión de voluntades. Dado que depende de la política, que ya sabemos su inutilidad en cuestión de responsabilidad social y ética, y de quienes consumen dichos productos, en general clase alta que tiene nulo interés en cómo se han producido dichos productos, mientras sectores como el textilero hay sufrido cambios importantes, el oro y los diamantes siguen colgando de cuellos o muñecas de lujo mientras el cuero flajela las espaldas de quienes extraen los minerales o acosa al medio ambiente.
¿Hasta cuándo vamos a permitir que oro y diamantes sigan impunes a la responsabilidad social y al consumo responsable?